Los chulillos barrancos de Chulilla

Ruta realizada el Martes 31/10/2023

Dificultad Física
Dificultad Técnica
16.4 km
346 m
254 Km Distancia Madrid
4h49'
3h41'
Características Terreno Suelo duro (pueden ser de roca o pedregoso), mas de 40% de trialeras, con tres o mas obstáculos, sin limitaciones de temperatura, 6000 metros no ciclable, con algunas fincas privadas, zona de fotografía interesante

Participantes: Alfredo, Domingo, Félix

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Dos días seguidos de MTB no son nada si las herramientas están debidamente electrificadas. Sin embargo, más por tradición que por descanso, decidimos hacer esta ruta de senderismo que es sin duda la estrella que atrae al turismo en esta zona.

A Chulilla ya fuimos la primera noche en busca de un restaurante donde cenar y de paso, literalmente perdernos por sus estrechas y empinadas calles. Esta vez vamos de día y aparcamos la «fragoneta de los maracatones» en un parking a las afueras del pueblo, donde se acumulan las caravanas de los escaladores que acuden al barranco a suspenderse en sus verticales paredes. Al poco de avanzar por el sendero señalizado que sale frente al aparcamiento se puede admirar el surco que el río y los muchos miles de años han ido horadando.

Hace un día magnífico. Nublado aunque a veces se deja ver el sol y con una temperatura que ronda los 20 grados.

Después de avanzar alrededor de un kilómetro y doblando el sentido para seguir el curso caprichoso del barranco del Río Turia, nos sorprende un pequeño chamizo donde se venden bebidas y otros artículos. Dentro hay un señor de grandes proporciones que nos invita a pagar un euro si queremos seguir disfrutando del paseo. Parece ser que el mantenimiento de los puentes colgantes y de las barandillas son un negocio particular. Por apenas dos días, y se lo hago saber, debo pagar mi correspondiente cuota ya que los 65 años aún no los tengo cumplidos, edad a partir de la cual parece que mi pago pecuniario se va a reducir en algunos ámbitos, éste incluido.

Ahí empieza el descenso al cañón y se divisa el puente más alto. Nos sigue de cerca «la familia Sobrasada», así bautizada por Domingo cuando nos dicen que vienen de Menorca. Van varios adultos con varios niños y tres perros. Entre los adultos va un fotógrafo cargado con dos cámaras, un gimbal y un dron. Nos hacemos las fotos mutuas y les dejamos pasar para volar nuestro querido dron «Retortijón», en la más estricta intimidad, no vaya a ser que ávidos guardas forestales nos tomen la matrícula también en la Comunidad valenciana.

Damos fe de que esta ruta en MTB, no es viable. Dos días antes sobre el plano nos costó un rato convencer a Alfredo de que no es adecuado cargar con las e-bike por aquí. Menos mal que la alternativa que encontramos fue muy divertida, como cuenta en la correspondiente crónica que él mismo ha hecho.

Parece que el comportamiento de «Retortijón» es un poco errático. No acertamos a saber si es debido al accidente acuático que tuvo en el Valle de Ambroz, a la mala cobertura del GPS, al apantallamiento producido por los metales del puente colgante, a que la señal de radio entre las paredes verticales producen ecos,…etc. No obstante, al intrépido Alfredo no le acogota la posibilidad de perder tan estimado artilugio y hace sus piruetas habituales incluyendo pasadas por debajo del puente. (Véase el video -cuando esté disponible)

Llegamos al segundo y más modesto puente donde de nuevo hacemos las fotos de rigor. La «familia Sobrasada» nos precede y sólo un señor con su probable hija nos sigue de cerca. Es un lujo ver esto sin cientos de personas que es la tónica general en festivos y fechas más veraniegas, según nos informa Domingo que ya ha estado anteriormente.

Otro cartel avisa que el que quiera pasar deberá abonar la cuota establecida. Observo que quien regenta esta taquilla es un clon del anterior y deduzco que son hermanos gemelos. Suponemos que se van turnando en los puestos de pago, pues distan bastante.

Avanzamos por el margen del río en suaves subibajas. Llegamos hasta un puente metálico sobre una estructura de hormigón.

Poco más adelante finaliza el recorrido del cañón en una carretera. Ahí decidimos que dar la vuelta hasta Chulilla por el track previsto no aporta nada más que andar por un monte salpicado de pinos ralos y jóvenes, carentes de interés. Así pues, subimos hasta el Embalse de Loriguilla que Domingo conoce de su anterior viaje y retornamos por el mismo camino donde están de nuevo «los Sobrasada» volando su dron.

La vuelta la hacemos del tirón. Nos cruzamos aguerridos escaladores y algunos más paseantes que no son tan madrugadores como nosotros. Hoy los rotundos gemelos apenas van a sacar para pagarse un menú en el pueblo.

Cogemos la furgo y nos desplazamos un kilómetro hasta un parking de pago que está en la entrada del pueblo. Cuatro euros por aparcar. Da igual si estás media hora o el día completo. El problema es que el pago con tarjeta no funciona. Llamo al ayuntamiento y me dicen que ahora se acerca el responsable. Menos mal que llega un extraño señor que tiene monedas y Alfredo le cambia un billete de cinco euros por cuatro monedas que es todo lo que tiene. Sorprendido por tal negocio se va tan contento. Me llaman del ayuntamiento y me dice que el problema es que sacamos la tarjeta antes de tiempo, a lo que le respondo que no, y que nos lo ponen tan difícil que nos vamos a comer a otro pueblo por dejarle con mala conciencia.

Sin embargo, lo que hacemos es descender por un sendero que sale junto al aparcamiento en dirección al río. Abajo hay unas vistas estupendas del cañón.

El Charco Azul es muy peculiar. Con esas maderas que se adentran en un remanso de agua donde el barranco muestra sus paredes verticales y en el frente se adivina un pequeño azud con su aliviadero por el que da continuidad al Turia.

No hay nadie y podemos disfrutar del entorno para hacer las correspondientes fotos y el rodaje con el vuelo del drón. Salimos del cañón por otro sendero pegado a una de las paredes y observamos las distintas construcciones antiguas para el mantenimiento del curso del agua.

Seguimos la Senda de los Pantaneros hasta llegar a la furgo e irnos a comer a un restaurante del polígono de Villar del Arzobispo donde ya comimos el día anterior con relativo éxito. Es que no hay mucho donde elegir.

El día lo rematamos con una siesta y una cena con horario europeo (a las 20:30) en el Restaurante la Posá otra vez en Villar del Arzobispo donde se apostan los pocos supervivientes que hay en el pueblo porque entre que es la noche de Halloween, el desértico aspecto de sus calles y los disfraces de muertos de la tienda del chino, parece que estamos viviendo un capítulo de Walking Dead.

A dormir a las 22:00 que Alfredo está zombie y ya no conoce.

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